martes, 24 de noviembre de 2009

Foto tomada por la alumna Aimar, Daniela en el Centro Municipal de Atención a la Niñez y la Familia Los Patitos de la ciudad de Oliva

¿Valorización o Desprestigio del docente?

A partir de esta imagen pienso en la habilidad que el docente debe poseer para percibir la realidad educativa áulica tal cual se presenta, del mismo modo la institucional, y la del medio sociocultural. Es decir, captar cada uno de los factores que intervienen de modo directo o indirecto, en su verdadero valor lo que permitirá al docente penetrar para operar en ella con eficiencia y eficacia.
La práctica docente es un tipo de práctica social porque se trata del resultado de una interrelación de los individuos, como el docente y el alumno, docentes entre sí y el docente con directivos.
Según Achilli, Maria E: “Las prácticas docentes quedan definidas como el trabajo que éste desarrolla cotidianamente en determinadas y concretas condiciones sociales, históricas e institucionales adquiriendo un significado tanto para la sociedad como para el propio docente”. Por lo tanto, el rol del docente en la actualidad es muy importante ya que educar implica siempre un ejercicio de poder, es un acto de autoridad que conlleva una responsabilidad: la de asumir la tarea de transmitir- enseñar algo a otros, darles herramientas para moverse en el mundo pero que no sólo se trate de la transmisión de contenidos sino que sea un acto de amor en donde además el docente pueda comunicar valores que le servirán para enfrentarse en la vida futura.
Este es el momento en el cual nos podemos preguntar ¿Cuál es la función del docente? ¿Cuáles son los componentes que debe reunir el rol actual? ¿Por qué es necesario introducir los valores dentro del aula?
Recuperando lo citado por Imbernón, Francisco: “La función docente comporta un conocimiento pedagógico específico, un compromiso ético y moral y la necesidad de corresponsabilización con otros agentes sociales puesto que ejerce influencia sobre otros seres humanos, por lo tanto, no puede ni debe ser una función meramente técnica de expertos infalibles“. El rol docente está entonces en un equilibrio entre las tareas profesionales en la aplicación de un conocimiento, el contexto en que se aplican, el compromiso ético de su función social y la estructura de participación social existente en ese momento.
La función de analizar y proponer valores es una tarea compleja y a veces contradictoria ya que la formación de los individuos no se conseguirá mediante la simple interacción social, sino teniendo en cuenta la naturaleza humana y otros agentes sociales que inciden en esa proposición de valores. Cuando se dice que la escuela padece una crisis de valores se hace patente tal contradicción.
La función docente necesita para no convertirse en controlador y controlado, de una formación critica de la realidad social y asumir su verdadero protagonismo en los procesos de profesionalización.
El autor Antonio Novoa analiza la situación de los profesores en una amplia dicotomía: retórica política y discursos científicos educativos frente a importantes déficit en las prácticas pedagógicas y asociativas. El exceso de discursos esconde la pobreza de las prácticas políticas. No se ven surgir propuestas coherentes sobre la profesión docente. Por una parte los profesores son observados con desconfianza y por otra considerados esenciales para la mejora de la calidad de la enseñanza y para el progreso social y cultural.
Mi propuesta es tratar de vencer esas ambigüedades permanentes, acusados de ser profesionales mediocres y de tener una formación deficiente desarrollándose en una sociedad cambiante con un alto nivel tecnológico para las próximas décadas. Ello implica no únicamente la preparación curricular sino también la necesidad de un importante bagaje sociocultural y de otros elementos que hasta este momento no se incluían en la profesión. Será necesario, pues, formar y auto formar al profesorado en el cambio y para el cambio.
Podemos afirmar que enseñar es un arte “sui generis”. Es un arte porque presupone permanente creación. Enseñar sin espíritu creador conduce inexorablemente al fracaso.
Recuperando las ideas de Paulo Freire, pedagogo brasileño, propongo tener presente los siguientes saberes:
* Cambiar es difícil, pero es posible: el docente debe poseer esta convicción para poder transmitirla;
* Es necesario aprender a escuchar: a hablar se aprende escuchando. Los maestros deben escuchar a los alumnos sin desvalorizarlos;
* Enseñar no es transferir contenidos hacia dentro de la cabeza de los alumnos: enseñar es posibilitar que los alumnos desarrollen su curiosidad de manera cada vez más crítica;
* Ser coherente: debe existir una identificación entre lo que se dice y lo que se hace.
* Ser humilde: este saber representa el respeto por los derechos de los otros, es reconocer que otros pueden hacer las cosas mejor o igual a cada uno de nosotros.
Estos saberes contribuyen a que los docentes conozcan, analicen y comprendan la realidad educativa en sus múltiples determinaciones y las complejas dimensiones de la persona para el desarrollo de la formación integral del alumno.


Bibliografía

* Achilli, Maria E., Edelstein, Gloria y Coria, A. Practica docente y practica de la enseñanza, Buenos Aires, 1987.
* Birgin, Alejandra y Dussel, Inés: Rol y trabajo docente. Aportes para el debate curricular. Trayecto de Formación General Gobierno de la Ciudad de Bs. As. CEPA, 2000.
* Freire Paulo: Saberes Fundamentales del Docente.
* Imbernón, Francisco: La Formación y el desarrollo profesional del profesorado, Cáp. II: Maestro de todo: sabio de nada. La función docente., Editorial Grao, Barcelona 1994.
* Magni Silvano, Roberto: Rol docente en el Tercer Milenio.
* Novoa, Antonio: La nueva cuestión central de los profesores. Exceso de discursos, pobreza de prácticas, cuadernos de pedagogía Número 286, Barcelona 1999.



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